En CNN en español, el pasado lunes 25, Carmen Aristegui entrevistó a Antonio Navalón, representante en México del español Grupo Prisa. El tema: medios de comunicación y democracia.
Navalón considera pertinente remontarse a los orígenes de la democracia norteamericana, caracterizada por el establecimiento constitucional del derecho a la información, consagrando la libertad de prensa. Los padres fundadores de la Unión Americana no tenían duda: es imposible configurar un sistema democrático sin la garantía de la transparencia de la información.
No hay democracia sin rendición de cuentas.
El hombre en ejercicio del poder tiende a incurrir en excesos. Por ello, la libertad de prensa garantiza la “pureza democrática” y un control efectivo del poder. En otro orden de palabras, la prensa libre constituye un contrapeso a los poderes formales. En la sociedad moderna, impensable entender la democracia, la política sin medios de comunicación.
Hasta aquí la luz.
Algunas complicaciones. En los últimos años, hemos asistido a la edificación de un mundo nuevo: la era de la información. A partir de ahí se mezclan varios factores: el desarrollo político, la irrupción de la revolución tecnológica y el nacimiento de nuevas realidades políticas. A juicio de Navalón, en el escenario descrito, se han tejido desequilibrios.
Aún así, los ciudadanos mantienen el control sobre un poder: el voto.
En la última década han tenido efecto tres hechos fundamentales. Antonio Navalón los enlista: la consolidación de la sociedad democrática, que ha traído de la mano nuevas realidades y nuevos jugadores, los cuales son coincidentes con la emergencia de la revolución tecnológica, que parece haberles otorgado sobrepeso a los grupos empresariales por encima de los Estados.
Ante esta realidad, una sugerencia.
Recuperar la correlación de las fuerzas, los equilibrios. Precisa un acuerdo: restituirle al Estado la capacidad operativa por encima de cualquier poder. En suma, cumplir las leyes, restituir la soberanía del poder al Estado y respetar al único poder ungido legalmente: el poder político.
Una tarea pendiente: democratizar los medios. ¿Se podrá?
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