sábado, agosto 25, 2007

¿Qué es Comunicación Política?

dAl revisar el programa ExtremeTracking instalado en este blog, me he topado con que un buen número de quienes lo han visitado es porque buscan respuestas a la pregunta: ¿Qué es Comunicación Política?

Para contribuir modestamente al conocimiento de este apasionante tema, a continuación les ofrezco una brevísima introducción y una lista de definiciones. La información la retomo de mi tesis de licenciatura titulada “Aproximación al concepto de Comunicación Política: Una propuesta de definición”. A quien esté interesado por una copia digitalizada, se la puedo hacer llegar por e-mail.

La portada del texto Democracia y Posmodernidad, escrito por Javier del Rey Morató, exhibe una fotografía cuyo pie despliega palabras atribuidas a Wilbur Schramm, que a la sazón rezan: “Los políticos tienen que ser expertos en comunicación, debido a que tienen que ofrecerse a sí mismos, dar a conocer resultados y persuadir a los votantes, y a quienes toman decisiones, de su forma de pensar”.

No tiene desperdicio la cita anterior, y sirve de pretexto para indicar que, en efecto, la comunicación es el recurso fundamental de la política (y una de las categorías básicas de la democracia). En la actualidad, los discursos se generan en el seno de un intercambio de mensajes y respuestas, desde los ciudadanos a los gobiernos, y desde éstos a sus gobernados.

Ante este escenario, sólo habría dos formas de gobernar: por coacción o por consenso, es decir, con la policía o a través de la comunicación política.

Si partimos de la aseveración que no podemos no comunicar –un gobierno, a cualquier nivel está vedado no comunicar- entonces, resulta que lo mismo ciudadanos que gobernantes necesitan disminuir la incertidumbre entre ambos: los primeros sobre la opinión de éstos, y los segundos sobre la opinión de aquellos.

Si aspiramos a entender este tipo de dinámicas, no se postergue más la exposición de los esfuerzos loables que varios autores han llevado a cabo en la construcción de un estado de la cuestión en torno a la comunicación política.

Inicialmente, Dan Nimmo y Keith R. Sanders, en los albores de los noventa, ubicaron los orígenes de la comunicación política como campo delimitado de estudio a mediados del siglo XX, y califican como instructivo y profético al texto de Eulau, Eldersveld y Janowitz, titulado Political Behavior, publicado en 1956, que describe a la comunicación política como “un campo esencial, emergente y mediador, dentro de las ciencias sociales”.

Dos obras son fundamentales para decantar el estado que guarda la comunicación política como área de estudio, a saber: Handbook of Political Communication, escrito por Nimmo y Sanders, en el que confeccionan un recuento de lo investigado en torno del tema hasta la década de los setenta; y New Directions in Political Communication, el cual robustece, actualizando la obra anterior, el estudio de la comunicación en el ámbito político al hacer énfasis en las nuevas direcciones que ha tomado la investigación en el área.

No menos importantes son las aportaciones de Cándido Monzón en Opinión pública, comunicación y política; o las de Gilles Gauthier, André Gosselin y Jean Mouchon con el libro Comunicación y política. También es necesario hacer referencia a los textos de Alejandro Muñoz Alonso y Juan Ignacio Rospir, Comunicación política, al de Jean-Marc Ferry, Dominique Wolton y otros, El Nuevo Espacio Público; al de Óscar Ochoa, Comunicación política y Opinión Pública, o bien, al de Brian McNair, An Introduction to Political Communication.

La comunicación política juega un rol fundamental en el accionar de los sistemas políticos, es la sustancia que alimenta sus diferentes componentes y resulta imprescindible para su funcionamiento. En este orden de palabras se inscribe Robert Meadow, quien en Politics as Communication, define la comunicación política como “el intercambio de símbolos y mensajes que, con un significativo alcance, han sido compartidos por, o tienen consecuencias para, el funcionamiento del sistema político”.

Richard Fagen, en Política y Comunicación, por un lado, asume que “una actividad comunicacional se considera política en virtud de sus consecuencias, actuales y potenciales, que ésta tiene para el funcionamiento del sistema político”. Blake y Haroldsen, por otro, en A Taxonomy of concepts in Communication entienden que la comunicación política es aquella que “conlleva actuales o potenciales efectos sobre el funcionamiento de un estado político u otra entidad política”.

Diversos autores, principalmente norteamericanos o con influencia estadounidense (David Paletz en Political Communication Research, Swanson con Handbook of Political Communication, así como Doris Graber a través de Mass Media and American Politics), asumen que la comunicación política abarca toda dinámica comunicativa entre gobernantes y gobernados, o sólo entre los primeros, o bien, únicamente de los gobernados entre sí, siempre y cuanto tal interacción conlleve significados políticos.

Jean Marie Cotteret, en Comunicación Política, identifica los canales por los que viajan los contenidos de la comunicación política. Por ello, la define como “el intercambio de informaciones entre los gobernantes y gobernados por canales de transmisión estructurales e informales”.

Jacques Gerstlè considera que la comunicación política cumple su función cuando es entendida como: “el conjunto de técnicas y procedimientos que poseen los actores políticos, y particularmente los gobernantes, para atraer, controlar y persuadir a la opinión pública para hacer o no hacer algo”.

Dan Nimmo y David Swanson asumen que “una comunicación puede ser considerada política en virtud de las consecuencias que regulan la conducta humana bajo ciertas condiciones de conflicto”. Por ello, definen a la comunicación política como “el uso estratégico de la comunicación para influir en el conocimiento público, las creencias y la acción sobre asuntos públicos”.

Dominique Wolton define comunicación política como: “el espacio en que se intercambian los discursos contradictorios de los tres actores que tienen legitimidad para expresarse públicamente sobre política, y que son los políticos, los periodistas y la opinión pública a través de los sondeos”.

lunes, agosto 13, 2007

2 de julio




Es el título de la crónica escrita por Carlos Tello Díaz sobre el día más importante de la historia contemporánea de México.

En 2 de julio (Planeta, 2007) asistimos a una narración intensa, vasta en datos sorprendentes y llena de revelaciones asombrosas. El texto de Tello Díaz adquiere relevancia particularmente por la riqueza de sus fuentes, directas e indirectas.

El autor, en tan sólo 178 páginas, confecciona un epítome preciso de aquella jornada electoral.

El cúmulo de documentos impresos y audiovisuales, algunos de ellos inéditos, que dan cuerpo al texto de Tello Díaz, lo convierten en un archivo histórico imprescindible.

En él se dan cita los actores principales de la contienda: candidatos, autoridades, periodistas, medios, intelectuales, encuestadores, pero sobre todo ciudadanos.

La crónica empieza a las 8 de la mañana: los funcionarios de casilla a lo largo y ancho del país están obligados a tener todo listo a esa hora para que los ciudadanos depositen sus votos en las urnas.

Con ello, “llegaban a su fin las elecciones más caras y más largas del mundo, unas elecciones que habían costado al país una fortuna: cerca de 12 mil millones de pesos, y habían durado, sin contar siquiera las precampañas, una eternidad: más de cinco largos meses”.

A esa hora, Andrés Manuel López Obrador y Luis Carlos Ugalde también ya estaban listos. El candidato de la Coalición Por el Bien de Todos sería el primero en votar. El presidente del IFE lo haría más tarde, pues a las 8 am comenzó la sesión del Consejo General del instituto.

En ese momento, en la casa de Felipe Calderón “había silencio y paz en el aire de la mañana”.

El último de los 20 capítulos de 2 de julio se ubica a las 3 de la mañana, coincide con la hora en que cierran sus ediciones los periódicos. Para ese momento, el candidato del PAN y su equipo estaban seguros de su victoria, Roberto Madrazo ya había aceptado su derrota y López Obrador denunciado el fraude en su contra.

El resto de los mexicanos, por su parte, horas antes, se fue a dormir sin saber quién sería el próximo presidente.

Sin excepción, los libros que gravitan en torno a la jornada electoral del 2 de julio de 2006 comparten uno de dos objetivos: pretenden documentar o buscan desmontar la denuncia de fraude electoral del abanderado perredista, Andrés Manuel López Obrador. El texto de Tello Díaz no rehuye a ese propósito.

Es en la búsqueda de esa empresa donde el autor tropieza, donde otorga argumentos a sus detractores para descalificar al libro en su conjunto. El también articulista del semanario Proceso y de Milenio Diario, en la página 160, asegura que AMLO dijo: “Perdí”.

Y añade: “Andrés Manuel no tenía la certidumbre de su derrota, pero la había vislumbrado. Y había tomado, entonces, la decisión de no aceptarla. Fue su punto de quiebre el 2 de julio. A partir de ese momento...toma la decisión de comenzar a mentir”.

Nadie del grupo íntimo de López Obrador admite esa versión. Todos desmienten a Tello. Pero éste insiste: “Mis fuentes para recrear esta escena, que es clave, son todas indirectas, pero confiables”. ¿Será?

viernes, agosto 10, 2007

Elecciones en Baja California 2007


Uno de los rasgos que caracterizan a la democracia es: la incertidumbre, particularmente en las elecciones. Nada está dicho hasta que la última casilla cierre y el último voto se cuente.

Por ello, nadie debe llamarse a engaño si los resultados arrojados por las urnas no coinciden con los datos ofrecidos en el último ejercicio demoscópico publicado por la más reputada casa encuestadora días antes de la jornada.

Así lo prueba la elección presidencial mexicana en 2006, y lo confirma la elección para renovar al gobernador de Baja California en 2007.

En junio de 2006, de acuerdo con la mayoría de las encuestas publicadas, Andrés Manuel López Obrador se perfilaba como el seguro ganador de la contienda del 2 de julio. Pero, perdió. En agosto de 2007, a juzgar por las encuestas de Reforma, Milenio y El Universal, el príista Jorge Hank Rhon parecía caminar firme rumbo a la victoria. También, perdió.

Tanto al perredista como al priísta les afectó la intensa campaña negativa que en su contra lanzó el PAN, partido que, coincidentemente, en las dos elecciones postuló a sendos candidatos con perfil gris y antipático (Guadalupe Osuna y Felipe Calderón).

En 2006 y en 2007, Acción Nacional acertó estratégicamente en orientar el sentido de la elección hacia un referéndum al candidato opositor. Es decir, los electores comparecieron ante las urnas para votar a favor o en contra de López Obrador o Hank Rhon. En ambos casos el miedo se impuso y los dos candidatos perdieron.

El 2 de julio de 2006 y el 5 de agosto de 2007, los votantes no sufragaron por el cambio o la continuidad del partido en el poder, el PAN, sino para permitir o evitar la llegada al poder de dos personajes con altos índices de popularidad y cercanos a la gente, pero, al mismo tiempo, con crecientes tasas de rechazo y opinión negativa.

En Baja California como en el resto del país el año pasado, el temor generado en la mayoría del electorado y la mala imagen de los candidatos de la oposición (según una encuesta de Excélsior), permitirán al PAN asirse seis años más al poder.

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Ejemplos de spots negativos contra AMLO y Hank Rhon:

1. López Obrador: Un peligro para México.
2. Hank Rhon: Yo lo compro todo.


Resultados del PREP en Baja California: Aquí.