dAl revisar el programa ExtremeTracking instalado en este blog, me he topado con que un buen número de quienes lo han visitado es porque buscan respuestas a la pregunta: ¿Qué es Comunicación Política?
Para contribuir modestamente al conocimiento de este apasionante tema, a continuación les ofrezco una brevísima introducción y una lista de definiciones. La información la retomo de mi tesis de licenciatura titulada “Aproximación al concepto de Comunicación Política: Una propuesta de definición”. A quien esté interesado por una copia digitalizada, se la puedo hacer llegar por e-mail.
La portada del texto Democracia y Posmodernidad, escrito por Javier del Rey Morató, exhibe una fotografía cuyo pie despliega palabras atribuidas a Wilbur Schramm, que a la sazón rezan: “Los políticos tienen que ser expertos en comunicación, debido a que tienen que ofrecerse a sí mismos, dar a conocer resultados y persuadir a los votantes, y a quienes toman decisiones, de su forma de pensar”.
No tiene desperdicio la cita anterior, y sirve de pretexto para indicar que, en efecto, la comunicación es el recurso fundamental de la política (y una de las categorías básicas de la democracia). En la actualidad, los discursos se generan en el seno de un intercambio de mensajes y respuestas, desde los ciudadanos a los gobiernos, y desde éstos a sus gobernados.
Ante este escenario, sólo habría dos formas de gobernar: por coacción o por consenso, es decir, con la policía o a través de la comunicación política.
Si partimos de la aseveración que no podemos no comunicar –un gobierno, a cualquier nivel está vedado no comunicar- entonces, resulta que lo mismo ciudadanos que gobernantes necesitan disminuir la incertidumbre entre ambos: los primeros sobre la opinión de éstos, y los segundos sobre la opinión de aquellos.
Si aspiramos a entender este tipo de dinámicas, no se postergue más la exposición de los esfuerzos loables que varios autores han llevado a cabo en la construcción de un estado de la cuestión en torno a la comunicación política.
Inicialmente, Dan Nimmo y Keith R. Sanders, en los albores de los noventa, ubicaron los orígenes de la comunicación política como campo delimitado de estudio a mediados del siglo XX, y califican como instructivo y profético al texto de Eulau, Eldersveld y Janowitz, titulado Political Behavior, publicado en 1956, que describe a la comunicación política como “un campo esencial, emergente y mediador, dentro de las ciencias sociales”.
Dos obras son fundamentales para decantar el estado que guarda la comunicación política como área de estudio, a saber: Handbook of Political Communication, escrito por Nimmo y Sanders, en el que confeccionan un recuento de lo investigado en torno del tema hasta la década de los setenta; y New Directions in Political Communication, el cual robustece, actualizando la obra anterior, el estudio de la comunicación en el ámbito político al hacer énfasis en las nuevas direcciones que ha tomado la investigación en el área.
No menos importantes son las aportaciones de Cándido Monzón en Opinión pública, comunicación y política; o las de Gilles Gauthier, André Gosselin y Jean Mouchon con el libro Comunicación y política. También es necesario hacer referencia a los textos de Alejandro Muñoz Alonso y Juan Ignacio Rospir, Comunicación política, al de Jean-Marc Ferry, Dominique Wolton y otros, El Nuevo Espacio Público; al de Óscar Ochoa, Comunicación política y Opinión Pública, o bien, al de Brian McNair, An Introduction to Political Communication.
La comunicación política juega un rol fundamental en el accionar de los sistemas políticos, es la sustancia que alimenta sus diferentes componentes y resulta imprescindible para su funcionamiento. En este orden de palabras se inscribe Robert Meadow, quien en Politics as Communication, define la comunicación política como “el intercambio de símbolos y mensajes que, con un significativo alcance, han sido compartidos por, o tienen consecuencias para, el funcionamiento del sistema político”.
Richard Fagen, en Política y Comunicación, por un lado, asume que “una actividad comunicacional se considera política en virtud de sus consecuencias, actuales y potenciales, que ésta tiene para el funcionamiento del sistema político”. Blake y Haroldsen, por otro, en A Taxonomy of concepts in Communication entienden que la comunicación política es aquella que “conlleva actuales o potenciales efectos sobre el funcionamiento de un estado político u otra entidad política”.
Diversos autores, principalmente norteamericanos o con influencia estadounidense (David Paletz en Political Communication Research, Swanson con Handbook of Political Communication, así como Doris Graber a través de Mass Media and American Politics), asumen que la comunicación política abarca toda dinámica comunicativa entre gobernantes y gobernados, o sólo entre los primeros, o bien, únicamente de los gobernados entre sí, siempre y cuanto tal interacción conlleve significados políticos.
Jean Marie Cotteret, en Comunicación Política, identifica los canales por los que viajan los contenidos de la comunicación política. Por ello, la define como “el intercambio de informaciones entre los gobernantes y gobernados por canales de transmisión estructurales e informales”.
Jacques Gerstlè considera que la comunicación política cumple su función cuando es entendida como: “el conjunto de técnicas y procedimientos que poseen los actores políticos, y particularmente los gobernantes, para atraer, controlar y persuadir a la opinión pública para hacer o no hacer algo”.
Dan Nimmo y David Swanson asumen que “una comunicación puede ser considerada política en virtud de las consecuencias que regulan la conducta humana bajo ciertas condiciones de conflicto”. Por ello, definen a la comunicación política como “el uso estratégico de la comunicación para influir en el conocimiento público, las creencias y la acción sobre asuntos públicos”.
Dominique Wolton define comunicación política como: “el espacio en que se intercambian los discursos contradictorios de los tres actores que tienen legitimidad para expresarse públicamente sobre política, y que son los políticos, los periodistas y la opinión pública a través de los sondeos”.
La portada del texto Democracia y Posmodernidad, escrito por Javier del Rey Morató, exhibe una fotografía cuyo pie despliega palabras atribuidas a Wilbur Schramm, que a la sazón rezan: “Los políticos tienen que ser expertos en comunicación, debido a que tienen que ofrecerse a sí mismos, dar a conocer resultados y persuadir a los votantes, y a quienes toman decisiones, de su forma de pensar”.
No tiene desperdicio la cita anterior, y sirve de pretexto para indicar que, en efecto, la comunicación es el recurso fundamental de la política (y una de las categorías básicas de la democracia). En la actualidad, los discursos se generan en el seno de un intercambio de mensajes y respuestas, desde los ciudadanos a los gobiernos, y desde éstos a sus gobernados.
Ante este escenario, sólo habría dos formas de gobernar: por coacción o por consenso, es decir, con la policía o a través de la comunicación política.
Si partimos de la aseveración que no podemos no comunicar –un gobierno, a cualquier nivel está vedado no comunicar- entonces, resulta que lo mismo ciudadanos que gobernantes necesitan disminuir la incertidumbre entre ambos: los primeros sobre la opinión de éstos, y los segundos sobre la opinión de aquellos.
Si aspiramos a entender este tipo de dinámicas, no se postergue más la exposición de los esfuerzos loables que varios autores han llevado a cabo en la construcción de un estado de la cuestión en torno a la comunicación política.
Inicialmente, Dan Nimmo y Keith R. Sanders, en los albores de los noventa, ubicaron los orígenes de la comunicación política como campo delimitado de estudio a mediados del siglo XX, y califican como instructivo y profético al texto de Eulau, Eldersveld y Janowitz, titulado Political Behavior, publicado en 1956, que describe a la comunicación política como “un campo esencial, emergente y mediador, dentro de las ciencias sociales”.
Dos obras son fundamentales para decantar el estado que guarda la comunicación política como área de estudio, a saber: Handbook of Political Communication, escrito por Nimmo y Sanders, en el que confeccionan un recuento de lo investigado en torno del tema hasta la década de los setenta; y New Directions in Political Communication, el cual robustece, actualizando la obra anterior, el estudio de la comunicación en el ámbito político al hacer énfasis en las nuevas direcciones que ha tomado la investigación en el área.
No menos importantes son las aportaciones de Cándido Monzón en Opinión pública, comunicación y política; o las de Gilles Gauthier, André Gosselin y Jean Mouchon con el libro Comunicación y política. También es necesario hacer referencia a los textos de Alejandro Muñoz Alonso y Juan Ignacio Rospir, Comunicación política, al de Jean-Marc Ferry, Dominique Wolton y otros, El Nuevo Espacio Público; al de Óscar Ochoa, Comunicación política y Opinión Pública, o bien, al de Brian McNair, An Introduction to Political Communication.
La comunicación política juega un rol fundamental en el accionar de los sistemas políticos, es la sustancia que alimenta sus diferentes componentes y resulta imprescindible para su funcionamiento. En este orden de palabras se inscribe Robert Meadow, quien en Politics as Communication, define la comunicación política como “el intercambio de símbolos y mensajes que, con un significativo alcance, han sido compartidos por, o tienen consecuencias para, el funcionamiento del sistema político”.
Richard Fagen, en Política y Comunicación, por un lado, asume que “una actividad comunicacional se considera política en virtud de sus consecuencias, actuales y potenciales, que ésta tiene para el funcionamiento del sistema político”. Blake y Haroldsen, por otro, en A Taxonomy of concepts in Communication entienden que la comunicación política es aquella que “conlleva actuales o potenciales efectos sobre el funcionamiento de un estado político u otra entidad política”.
Diversos autores, principalmente norteamericanos o con influencia estadounidense (David Paletz en Political Communication Research, Swanson con Handbook of Political Communication, así como Doris Graber a través de Mass Media and American Politics), asumen que la comunicación política abarca toda dinámica comunicativa entre gobernantes y gobernados, o sólo entre los primeros, o bien, únicamente de los gobernados entre sí, siempre y cuanto tal interacción conlleve significados políticos.
Jean Marie Cotteret, en Comunicación Política, identifica los canales por los que viajan los contenidos de la comunicación política. Por ello, la define como “el intercambio de informaciones entre los gobernantes y gobernados por canales de transmisión estructurales e informales”.
Jacques Gerstlè considera que la comunicación política cumple su función cuando es entendida como: “el conjunto de técnicas y procedimientos que poseen los actores políticos, y particularmente los gobernantes, para atraer, controlar y persuadir a la opinión pública para hacer o no hacer algo”.
Dan Nimmo y David Swanson asumen que “una comunicación puede ser considerada política en virtud de las consecuencias que regulan la conducta humana bajo ciertas condiciones de conflicto”. Por ello, definen a la comunicación política como “el uso estratégico de la comunicación para influir en el conocimiento público, las creencias y la acción sobre asuntos públicos”.
Dominique Wolton define comunicación política como: “el espacio en que se intercambian los discursos contradictorios de los tres actores que tienen legitimidad para expresarse públicamente sobre política, y que son los políticos, los periodistas y la opinión pública a través de los sondeos”.